Como ya se habrán percatado, el tema zapatista es uno de los que más me interesan. Asì que resulta inevitable que escriba y vuelva a escribir acerca de lo mismo.
Entre las muchas estrategias a las cuales han recurrido el EZLN (Ejército Zapatista de Liberación Nacional) y el Subcomandante Insurgente Marcos o el Sup, para llevar su mensaje reivindicatorio, sin duda el género epistolar ha sido una de estas. Escogencia nada casual por varios factores: Quien escribe estas misivas, está consciente de la dificultad que presenta acceder a la sociedad civil mexicana y otras instancias a través de medios como foros, reuniones políticas, debates televisados, etc., las más comunes entre quienes participan de la lucha política de un país. La barrera geográfica es una de las primeras dificultades a sortear, por una parte, debido al aislamiento de las comunidades indígenas y de los miembros del EZLN (Chiapas en el sudeste mexicano) de los centros de poder y, por otra parte, gracias a las particulares características de este grupo armado. Así, debido al aislamiento y carácter clandestino han recurrido a la publicación de cartas en la prensa mexicana, contribuyendo, en cierta forma, a la recepción del mensaje zapatista, por parte de varios miles de lectores de tales medios escritos.[1]
De esta forma, el puente a construir aquí, tiene que ver con la creación de un vínculo capaz de romper el aislamiento de las comunidades, dar a conocer su voz, su palabra, su cultura, sus carencias, sus reivindicaciones, etc. Por tanto, dichas cartas deben estar construidas de tal forma que den cuenta de distintas modalidades discursivas, las que se incluyen en su interior para así llegar a diferentes tipos de interlocutores.
El límite de este discurso, está dado, en primer lugar, por el espacio que ocupa en la página del periódico, es decir, que la extensión de la carta no puede ser similar a la del ensayo que va a incluirse en un libro. Así que quien escribe, debe circunscribirse a un determinado número de cuartillas o caracteres para expresar un determinado contenido. Las cartas de los zapatistas poseen encabezado como cualquier carta, con destinatarios, porque usualmente van dirigidas a varias personas o colectivos, llevan fecha y, en el cierre, la firma de quien remite el documento: Subcomandante Insurgente Marcos junto a la localización geográfica: “Desde las montañas del sureste mexicano”. El cuerpo de la carta suele estar construido o armado de varios fragmentos, que no necesariamente conforman una unidad coherente; algunos de estos fragmentos llevan títulos, van numerados a la manera de capítulos y pueden tratar de los más diversos temas. Incluyen además varias posdatas, algunas bastante extensas, tanto como una carta, las que constituyen por si solas una narración, como es el caso de las posdatas en que interviene Durito de la Lacandona, personaje a quien me referiré más adelante en este libro. Estas posdatas, poseen autonomía, en el sentido que constituyen un relato íntegro, de valor en sí mismo, que podemos leer y decodificar sin necesidad de contar con un conocimiento o información acabada con respecto al movimiento zapatista, tampoco es indispensable conocer a cabalidad la carta o documento al cual se adjunta.
Marcos construye textos e intenta crear un lenguaje partiendo de diferentes discursos: literario, nacionalista, socialdemócrata, marxista, liberal, académico, cinematográfico, cancionero del acervo popular tanto latinoamericano como norteamericano, etc., que constituyen un entramado de la vida cultural de una época, aunque este diálogo también se genera con voces provenientes de otros momentos históricos como es el caso de la novela de Miguel de Cervantes.
La propuesta escritural de Marcos, asume los conceptos que estos discursos puedan representar, así como la historia de la cual han surgido, recurriendo a todo lo anterior, para esbozar con la escritura que produce, otro mundo, con reivindicaciones planteadas por las comunidades indígenas: el respeto a la diversidad cultural y la dignidad de estos pueblos, la lucha por valores vigentes de acuerdo al ideario zapatista como democracia o justicia, pero también la autonomía indígena, un asunto todavía no resuelto en México.
[1] Las citas correspondientes a las cartas, manifiestos y otros documentos firmados por el Subcomandante
Insurgente Marcos y que se analizan en el presente trabajo fueron extraídas de los libros Desde las
montañas del sureste mexicano. México, Editorial Plaza & Janés, 1999. Cartas y Manifiestos.
Selección y prólogo de Marcos Mayer. Buenos Aires, Planeta, 1998 y. Don Durito de La
Lacandona. Prólogo de José Saramago México, CIACH, 1999
Reflexiones acerca de América Latina, ensayos políticos, literarios, noticias y algo de mi narrativa.
viernes, 31 de octubre de 2008
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Mirando Valparaíso desde el Cerro Cordillera, 2002

Mi casa era el viento ululando por Valparaíso,/las luces de Quintero/los perros vagos deambulando por las calles.
En las alturas titeremundanas
John Márquez tras la cámara y Rodrigo Acosta en la dirección del programa infantil Títere Mundachi.
En el bosque titeremundano...
Aunque algunos parezcan mutantes... Noo! Es Títere Mundachi
Grabando en Mérida el programa infantil que dirige Rodrigo Acosta. Un montón de locos creativos con él a la cabeza han dado cuerpo a esta serie televisiva.
En pleno rodaje y con mucho frío.
Un felino porteño

Personaje característico de las calles de Valparaíso, visto por Marcela Latoja.
La ciudad que se deshace lentamente.

Siempre Valparaíso, por Marcela.
Subiendo hacia el Cerro Concepción.

Los colores de la ciudad. By Alex Aguero.
Siempre presente... Allende.

Bajando por Almirante Montt, hacia Plaza Aníbal Pinto. Otra foto de Alex Aguero.
En pleno Almendral, mi escuela.
Escuela Ramón Barros Luco, Valparaíso. Es una construcción que data de 1926 y debe su diseño al arquitecto Alfredo Azancot. Conjuga diversos estilos y aunque ha sido modificada en su interior, aún conserva su misterio, como sus fantasmas, por ejemplo. Quienes estudiamos allí tenemos más de una historia al respecto.
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