
Descubrí a Katy Horna hace poco tiempo. Es una fotógrafa de origen húngaro quien, tras recorrer Europa para efectuar diversos estudios, recaló en España, donde vivió el drama de la guerra civil, la que capturó con su cámara fotográfica.
No fotografió, sin embargo, la guerra como tal, eso que es lo “vendible”, sino más bien su mirada femenina, sensible, apasionada, pero no exenta de una sólida postura política, nos ha dejado los rostros de la gente sencilla, de esos héroes y heroínas en sus labores cotidianas, a pesar de esa guerra que se llevó a millones. Son milicianos leyendo o cocinando en una tregua, son mujeres amamantando a sus hijos.
Katy Horna no lucró con las imágenes, llevó a su exilio en México, una lata donde atesoró los negativos, los que, al retornar la democracia donó al gobierno español para que sus imágenes pudiesen, al fin, ser apreciadas por el mundo.
Katy Horna no lucró con las imágenes, llevó a su exilio en México, una lata donde atesoró los negativos, los que, al retornar la democracia donó al gobierno español para que sus imágenes pudiesen, al fin, ser apreciadas por el mundo.
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