lunes, 24 de noviembre de 2008

La mirada de Katy Horna


Descubrí a Katy Horna hace poco tiempo. Es una fotógrafa de origen húngaro quien, tras recorrer Europa para efectuar diversos estudios, recaló en España, donde vivió el drama de la guerra civil, la que capturó con su cámara fotográfica.


No fotografió, sin embargo, la guerra como tal, eso que es lo “vendible”, sino más bien su mirada femenina, sensible, apasionada, pero no exenta de una sólida postura política, nos ha dejado los rostros de la gente sencilla, de esos héroes y heroínas en sus labores cotidianas, a pesar de esa guerra que se llevó a millones. Son milicianos leyendo o cocinando en una tregua, son mujeres amamantando a sus hijos.

Katy Horna no lucró con las imágenes, llevó a su exilio en México, una lata donde atesoró los negativos, los que, al retornar la democracia donó al gobierno español para que sus imágenes pudiesen, al fin, ser apreciadas por el mundo.

viernes, 14 de noviembre de 2008

Underwater Love

Tengo la certeza de haber entrado en un santuario, tan desprovisto de todo, sólo con lo elemental y un crucifijo de madera en una pared blanca del que pende un rosario de cuentas azules. En una mesa, otro rosario que me hace imaginar los colores de San Francisco de Asís. Mientras, me siento en el lecho del gigante barbado, desde donde lo observo ir y venir.

Hay una luna, un croar de ranas allá afuera que después desaparecen bajo otras resonancias y otros astros. Buscamos una banda sonora en los archivos, entonces emerge esa voz desgarrada, violenta, casi adolescente que acompañara una parte de mi vida hace muchos años. Pero hoy todo es presente, no hay tiempo para sumergirse en recuerdos tristes o alegres, porque él ahora ocupa el espacio y el tiempo. Él y la música que sale del ordenador.

La realidad escapa a cualquiera de mis fantasías. Mi rostro se sumerge en su barba, mi nariz, mis labios, recorren su rostro, su pelo, su cuello buscando un aroma, un sabor desconocidos. Otro tiempo muy lejano acude a mí, hablándome de bosques, de oscuridades y resplandores que no he visitado aún. Golpeo y él, con un gesto, me invita a entrar. Yo me instalo, me hundo en este espacio umbrío tan distinto y lo exploro lentamente, sin temor, con curiosidad.

Así lo recordaba, mientras emerjo otra vez de ese océano y camino rumbo a la oficina donde leo, traduzco, intento organizar este caos en que quedó convertido el lugar de trabajo, en realidad una prolongación de mi propio caos. Las facturas no cuadran, el teléfono no cesa, son llamadas imperiosas, exigentes, impidiéndome escribir. Miro la chequera, más bien un objeto simbólico en mis manos pero que posee poderes y es capaz de producir más de un sortilegio. Pero necesitamos varios hechizos y más de algún conjuro certificado y comprobado para que la embarcación navegue, me repito y mi voz la guarda una botella mensajera que arrojo al mar. Los puertos desde los cuales él observa distraído se encuentran muy lejanos; es un mar turquesa que no puedo surcar y mis naves no alcanzan a llegar por obra de la prosaica burocracia. Tanto sol en la calle y en el protector de pantalla del ordenador hace que imagine la tibieza de ese Caribe lento, sin congestión vehicular, con rostros del Ché, antes que el del corsario Johnny Depp. El calor que sentimos en realidad es producto del defectuoso aire acondicionado, todos parlotean a mi alrededor, se supone que están trabajando. Si pudiera, si lo tuviera, extraería un látigo como el de mi predecesora Quintrala y verían. ¿Qué verían?

Me hundo nuevamente, yo sí sé lo que veo: en el fondo de ese mar hay unas flores amarillas gigantescas como girasoles de pesado aroma y más allá, un perro flanquea la puerta de metal de ese santuario que, sin embargo, es permanentemente invadido por una corte de duendes, conductores de carrozas, la banshee que habita en el ordenador y hombres tragaespadas. Adentro, espera el gigante, el señor de esos dominios quien ahora me mira desde un árbol, yo subo lentamente a buscarlo y extiendo un brazo para alcanzarlo, como haría para obtener las manzanas más altas. Me trepo a su pecho para sentir los latidos de su enorme corazón. Son como tañidos que hacen caer sin cesar las hojas en ese bosque revisitado en sueños, en esa floresta donde quisiéramos descansar si no repicara tanto el teléfono y en la cual las hojas han formado un lecho blando, tibio que nos cobija. Mis piernas lo aprisionan para no dejarlo escapar hacia la oficina, los papeles y otras soledades que puedan lastimarlo, que puedan lastimarme.



Sin embargo ahora digo “Mi reino por un caballo”, pero no estamos en el Medioevo, aunque a ratos esta ciudad lo parece, así que cambio la frase, porque entre otros, el objeto de mi deseo es un teléfono celular con roaming international y una tarjeta infinita. Carlo Magno será una referencia en los libros de historia, pero los imperios siguen allí, a escasos kilómetros de la isla o más bien omnipresentes, ubicuos, vigilantes y nos impiden algo tan simple como levantar el auricular, escuchar mi voz lacónica, entrecortada desde un extremo y las sagas del gigante que se encuentra al otro lado. Me pregunto por qué no ha escrito todavía un libro como el de Snorri Sturlusson, porque él es como esos hombres pretéritos que entre las batallas se sentaban alrededor del fuego a contar sus hazañas.

Aquí existen otros fuegos ceremoniales, otras hogueras en torno a las cuales charlar y danzar; no nos hemos percatado del paso del tiempo cuando las nubes cubren presurosas el cielo pero aún no ha comenzado a llover. La música nos parece muy lejana, todos los aromas, todos los sabores del bosque acuden a su barba que florece. Esas flores, como sus palabras, son todas para mí y yo las atesoro más que si fueran poemas.

sábado, 1 de noviembre de 2008

En el reino de lo posible... sin Versace ni Galliano (Un relato)



Desde mi posición de observadora, era bastante sentenciosa cuando de políticos y sus relaciones que iban más allá de la esfera de trabajo, se trataba. A mis ojos, eran todos un montón de sátiros con ropa carísima que no sabían lucir (se dedicaban a la política, no trabajaban como modelos de Hugo Boss o Calvin Klein), casados con sacrificadas y aburridas mujeres que criaban hijos, hacían labores sociales o se dedicaban a sí mismas gran parte del tiempo, aunque algunas realmente gobernaban con mayor eficiencia que sus maridos. Mientras ellos, como parte de sus funciones, asistían de vez en cuando a desfiles de moda donde compraban bellos vestidos que todavía más bellas modelos lucían en pasarela. Y mientras regalaban esas prendas exclusivas a sus mujeres, se acostaban con las modelos. Ni conocía políticos, ni era amiga de la esposa de alguno y mucho menos era maniquí de Versace o John Galliano. Los primeros merecían mi más hondo desprecio, mi piedad las esposas y secreta envidia las últimas, porque poseían piernas interminables, toda la ropa les encajaba a la perfección y no batallaban, como yo, contra la celulitis y el sobrepeso.

No. Yo trabajaba en un periódico de izquierda, un medio donde, lamentablemente, ni el glamour ni el dinero tienen cabida y por lo general, ando enfundada en jeans aún menos glamorosos, los que ni siquiera son Levi´s originales. Entonces, Hécate, (como dicen que decía Homero en La Ilíada) que me ligo o enredo o me enamoro sin saber (o sabiendo) de uno de estos “señores políticos”.

Aclaro que este sujeto en cuestión es bastante sui generis, porque para mí tenía sólo fama de conspirador y dinamitero. En realidad muchos son sus secretos, sus silencios y en cambio despliega todas las sonrisas, su mejor carta de presentación, al igual que sus ojos. También recuerdos gangsteriles, fotos de frente, de perfil y sótanos se mezclan con proclamas, y ese desear trabajar por la libertad y un mundo nuevo, discursos, multitudes, banderas y él, tras bambalinas, dirigiendo. Sólo le falta un mapa donde ensartar pequeños alfileres de colores para ir nominándolo, bautizándolo todo, como si nada hubiese existido antes de su llegada al virreynato que gobierna. ¿Un político lo es porque se dedica a la cosa pública, o se trata en su caso de un conquistador normando que se equivocó de territorio, de época?

El corazón de este highlander de la política a veces está guardado en una fotografía, esa donde sonríe junto a su hermano. Una cruz, no en su espalda, sino en la gaveta del escritorio, también un revólver, quizás mejor argumento en determinadas circunstancias, cuando el discurso y su sonrisa no sean suficientes. ¿Qué es el triunfo y qué la derrota? Piensa él, mientras decide el futuro de otros; pienso, mientras escribo, que aún falta tanto para cerrar la edición de este número y para verlo.

¿Qué me flechó de él? Me pregunto. ¿Fue su signo, la forma de mirarme cuando no sabía todavía que me estaba mirando (pero eso lo dice una canción), eso aventurero y loco, alegre y triste a la vez que descubrí cuando me habló de su separación (la tercera o cuarta, ya ni sé), o más bien son las ojeras que me dicen tanto o más que sus palabras?

¿Qué significa el poder? Escribo, me pregunto, aunque no es algo que me interese, como no sea para teorizar al respecto y llenar páginas si fuese necesario. Pero en él constituye una preocupación. ¿Acaso existe algo que interese más a un hombre? Antes, fueron las espadas; hoy son los proyectos de ley. Mientras, adivino el parpadeo, el suyo, a la vez que susurra en mi oído, al teléfono, que esta noche tampoco vendrá, está tan lejos, a horas de distancia. Nos separan decisiones, las suyas (porque yo nada decido, sólo me dejo llevar, como la marea), decretos, anteproyectos, vidas ajenas, personas (compañeros, camaradas) que no conoceré nunca.

De este lado de la trinchera tengo que transcribir una aburrida entrevista, leer interminables análisis y resolver algunos problemas de insubordinación menor entre el personal. Ambos estamos construyendo, en cierta medida, al menos eso nos hemos dicho, aquello en lo que creemos. Él apostando hasta el alma y su vida. Yo, desde mi atalaya, desde la objetividad a que me obligo o que finjo para no comprometerme y poder escribir en paz.

Aunque debo confesar, que secretamente me he rendido a la brillantez del Máximo Líder. Como si se tratase de una novela de Orwell o Huxley; como si fuese un Profeta con camisa roja arengando a los ejércitos que lo saludan en la plaza; Como una súper star ante cuyo nimbo y luminosidad, las adolescentes desfallecen. Debe ser casi en lo único que creo. Otras cosas me indignan en este mundo, pero esas las dejo para las editoriales y los artículos de fondo. No citaré nombres ni apellidos poco ilustres que hoy profitan de este Reino de lo posible, pero la historia no los absolverá, lo sé. El filo de la espada de Dios caerá sobre ellos, pienso mientras sonrío con satisfacción y en ese espejo en el cual me miro se encuentra mi madre.

Él me ha pedido que omita algunas palabras de mis escritos, que no toque determinados temas, pues tiene muchos enemigos y a veces, yo no alcanzo a comprender la magnitud de este trabajo o del suyo, la responsabilidad que conlleva la escritura o las decisiones que él toma y que arrastran a otros consigo. Ando alegremente diciendo y escribiendo lo que me dicta la conciencia y las ganas, que en mi caso se confunden, como confundo el amor con el trabajo. Me justifico diciéndome que soy previa al pensamiento cartesiano que lo dividió todo y arrojó lo que no era racional al patio trasero, ese que Freud considera el inconsciente, las emociones, las intuiciones. Yo no quiero entender nada de modernidades masculinas, soy premoderna, soy salvaje y hago como que no me interesan los enemigos propios, que no son demasiados en todo caso. Pienso que para tener enemigos se necesita más inteligencia de la que en verdad aparento; mientras que para amarlo, sólo necesito amarlo. Y sin embargo ni mi amor ni mis rituales cuando nos encontramos son suficientes. Y sin embargo me rodeo de hombres y son su mundo, su discurso y su idioma los espacios en los cuales debo desenvolverme y transitar, como una traductora, como una pasajera, como una minoría.

El teléfono no vuelve a repicar, de seguro una reunión de gabinete que se prolonga hasta lo indecible y mucho whisky, que no lo deja venir hasta mí para intentar alejar culpas y temores, para exorcizar fantasmas y angustias. Una audiencia que se extendió más de lo calculado, un viaje inesperado que impide refugiarme en él y olvidar por un rato genocidios, fraudes, pugnas, la locura que gobierna el planeta, o mis propias inseguridades mordiéndome.

A veces nos encontramos y desencontramos en actividades públicas o reuniones de trabajo donde debemos fingir que nada ha ocurrido, que nada sucede entre nosotros; todo el mundo simula y aún así, también ejercitamos la hipocresía. ¿La ética revolucionaria incluye la mentira? Es que la revolución, la felicidad y el bien del colectivo son más importantes que individuales anhelos, que urgencias femeninas. Se supone que debo sonreír en estas circunstancias, como toda una fría profesional, como si hubiese egresado de la Academia Diplomática, como una revolucionaria convencida, mientras una cortina de humo, un mar de personas me impide siquiera dirigirle una palabra o tocar su mano. Nunca fui buena actriz y quisiera llorar. En esta maldita ciudad no se consigue un maldito dealer. Así que mejor opto por salir a comprar zapatos y tintura para el cabello. Mi frivolidad le molesta, pero no tengo más armas con las cuales defenderme.

Del ordenador donde me refugio por las noches, emerge la música que me lleva; yo corro, me arrojo en sus brazos, la muerte no me alcanzará, él me protegerá, dice una voz con un acento parecido al suyo. Pero es que estoy quedándome dormida, él sólo está en mis sueños, como el de la otra noche, donde era un marinero barbado que volvía, con un morral al hombro, desde otros mares y yo era una simple profesora rodeada de adolescentes, esperándolo en una calle cualquiera. Algunos aman el amor de los marineros que besan y se van, yo quiero revelarme y me repito que carezco de vocación de Penélope, pero aquí estoy, frente a la pantalla, bebiendo café, mientras mis dedos recorren el teclado y no su rostro, mirando de reojo el teléfono por si suena, pero creo que no lo hará.

La revolución es como un huracán, dice nuestro Máximo Líder. Todos asentimos, su encendida palabra es ley, nuestros corazones henchidos están con él, con su mensaje a través del cual nos promete guiarnos a una nueva era, donde él será el conductor, el Mesías, y nosotros sus ovejas prestas a la batalla o al matadero. Aunque me resisto al rebaño, yo nací en la estepa y me confundo, porque este Mesías de la posmodernidad habla de un tiempo que nada tiene que ver con la plácida New Age de los delfines que conozco, o la cítara en medio de sonoridades y texturas electrónicas, transportándome a una época imprecisa, o el yoga, los inciensos y el tai chi que alejan las iras del alma y preparan mi cuerpo para recibirlo e invitarlo a volar conmigo.

Este es un huracán en serio, con la amenaza del Cristo viene, que nos aventará muy lejos, nos pone de cabeza y que va a separarnos. Yo no soy Tania la Guerrillera así que mejor opto por escuchar a Muddy Waters, a Stevie Ray Vaugham y B.B King y después salir a buscar un dealer, pero la burocracia en el Reino de lo posible complica hasta eso. ¿Y quién soy yo para criticar este proceso? Así pues, sigo escribiendo porque se viene otra edición y nuestro Máximo Líder entregará mañana los 7 lineamientos donde hablará de la nueva ética. Siete es un número sagrado, dirían las integrantes de mi cofradía, mis queridas hermanas de la Nueva Era y Calenda Maia. Pero eso no es revolucionario, aunque tampoco contrarrevolucionario, así que mejor lo mantengo en secreto, nunca se sabe cuando vendrá una nueva cacería de brujas. Mi escoba, anda un poco estropeada por estos días como para escapar de las distintas hogueras que los Savonarolas están prestos a encender y ya es demasiado tarde para irse a otro tiempo. Todo esto forma parte de las contradicciones dialécticas que vivimos en esta época en que nuestro Máximo Líder llegó para separar la paja del trigo. Pero también pienso que se trata de los desequilibrios entre el ying y el yang, de una suerte de espiral, un caracol donde la felicidad es capaz de contener y guardar la infelicidad. La Suprema Felicidad, ha dicho nuesto Máximo Líder, Magister dixit, larga vida al Mesías, los que van a morir en tu nombre o en nombre de la revolución o de la felicidad te saludan.

Sí, creo que mañana escribiré acerca de eso, siempre y cuando mi horóscopo chino no diga lo contrario y después que tú, highlander de la política, vengas por fin a encontrarte conmigo.

Sup Marcos traductor....Los símbolos de la cultura maya y náhuatl


Puesto que hacemos referencia a pueblos indígenas y a sus culturas, no debemos olvidar la existencia de las distintas lenguas en que éstos se expresan, y el papel que el Sup Marcos ejerce como mediador. Es por ello que para ejemplificar el rol de traductor que éste ejerce, he seleccionado un texto emitido por él en una situación pública y pronunciado el 26 de julio de 1996: corresponde a las “Palabras de la CG del EZLN en el Acto de Inicio del Primer Encuentro Intercontinental por la Humanidad y Contra el Neoliberalismo”, durante la celebración del Aguascalientes II en Oventic, San Andrés Sacamchén de los Pobres, Chiapas.

En el discurso del Subcomandante Marcos, se mezclan elementos poéticos con otros extraídos del panfleto; lo primero es perceptible en el uso de figuras literarias como la anáfora, la que por su carácter fónico contribuye a que el contenido del mensaje sea recepcionado con mayor facilidad.

“Así nos dice la estrella que es montaña.
Que un pueblo que es cinco pueblos.
Que un pueblo que es estrella de todos los pueblos.
Que un pueblo que es hombre y es todos los pueblos
Vendrá para ayudar en su lucha a los mundos que se hacen gente.”

Mientras que el panfleto, la consigna política, el referente de la muerte omnipresente en los textos zapatistas, el emblema (“bandera”) con toda una cargada de emotividad y subjetividad y hasta un grado de hiperbolización se encuentran allí donde Marcos lee:
“No acabarán nuestros sueños donde nos vivimos.
No se rendirá nuestra bandera.
Siempre vivirá nuestra muerte.”

Pero una segunda lectura, nos remite al carácter cíclico del tiempo maya, donde los sucesos del pasado, presente y futuro coexisten en una misma dimensión. Luego, esa certeza zapatista, de una muerte, la de ellos, capaz de vivir siempre, trascendiendo a pesar de aquélla, estaría refiriéndose a ese carácter cíclico que ya he mencionado, pues la memoria es capaz de actualizar, de mantener vivos los hechos.

Marcos presenta a los zapatistas, los caracteriza, establece un sistema de oposiciones entre pasado/presente zapatista y entre presente de opresión/futuro de posibilidades. Todo ello, con constantes referencias a la cultura y palabras mayas. Cuando nos enfrentamos con un símbolo, tenemos que hacer frente a la totalidad de los símbolos producidos individualmente, todo lo cual debe incluir el estudio de los antecedentes culturales que rodean a dicha producción simbólica, el espacio donde éste se inserta, del cual surge y se nutre. Pero además, juega un rol importante la memoria colectiva, que hace que nazca en la mente de los hombres y mujeres “el sentido habitual, y por tanto fundamental, de las expresiones”[1]. Una de esas construcciones simbólicas a las cuales acude el zapatismo es la que en boca de Marcos expresa que: “La montaña es la casa del Halach uinic, el hombre verdadero, el alto jefe”

Podemos identificar allí dos imágenes: la del Halach uinic[2] y la montaña: con respecto al primer caso, es decir, al vocablo maya, Marcos añade la traducción o significación del mismo al interior del discurso y con él hace referencia a alguien más que un cacique, puesto que dicho cargo involucraba un poder no sólo administrativo, sino también político y hasta religioso.

Marcos elude emplear el vocablo “cacique” por la connotación negativa que éste posee y para diferenciarlo, opta en cambio, por la expresión en lengua indígena, por los matices de ésta, por la resonancia y evocaciones que puede generar en el lector aún cuando éste ignore la significación del término “Halach uinic.” De acuerdo con el Diccionario Maya-Español de Calepino de Motul, esta locución corresponde a “obispo, oidor, gobernador provincial o comisario”. En el “Libro de las Pruebas” del Chilam Balam[3] se le otorgan otros rasgos:
“Ahora es el día en que Nuestro Padre el Gran Verdadero Hombre (Halach
Vinic) que fue pisoteado, está llegando aquí, a esta tierra de Yucalpetén, y va a
convocar a los Príncipes para que los Príncipes vengan a convocar a sus
pueblos, en nombre de Nuestro Padre, el Gran Verdadero Hombre."

Es decir, esa solemnidad que leemos en este fragmento, es para designar a ese Hombre (con mayúscula) como “Nuestro Padre”, no es sólo un monarca, un alto mandatario, además posee el atributo de ser nuestro padre, el que nos ha creado, nuestro protector, el ser que nos ama como a sus propios hijos. Este cargo o rango, implicaba ser dueño de un gran poder, un hombre con un enorme peso y prestigio espiritual y terrenal entre la gente de su pueblo; el hecho de vivir en la montaña, además, le confiere a este gobernador toda una carga sagrada, por lo que significaba habitar un lugar que lo conectaba con los dioses. Este alto jefe tenía facultades muy amplias al interior de las antiguas comunidades mayas, se cree que dictaba la política exterior e interior del Estado, junto con un consejo compuesto por sacerdotes, jefes principales y consejeros especiales y podía nombrar a los jefes de los pueblos y aldeas. Era el más alto funcionario administrativo y ejecutivo del Estado y, hasta incluso, se ha llegado a considerar que tenía autoridad eclesiástica.”[4] Como puede apreciarse, el vocablo encierra múltiples interpretaciones, sugiere lecturas que trascienden el marco de lo lexical, porque las palabras, por si solas, no son capaces de expresar conceptos ligados a su visión del mundo, las relaciones que surgen con otras personas, los profundos sentimientos que éstas albergan para con su Halach Uinic, o la ayuda que esperan de este hombre, que fue pisoteado, humillado por otro, quizás tanto o más poderoso que él.

En consecuencia, la comprensión del texto estará determinada tanto por el conocimiento que se tenga de la lengua original en el que ha sido construido el texto y el conocimiento del asunto tratado, como por la capacidad del traductor para dejar de lado la equivalencia verbal, pues traducir no es calcar de una lengua a otra sino establecer correspondencia entre el sentido y la lengua, el pensamiento y el discurso.

El segundo concepto, fundamental en las creencias de los mayas, al cual los zapatistas recurren en sus escritos, es la montaña, el lugar poseedor de la fuerza, lo que pertenece a otra dimensión, es “lo otro”: majestuosa, inaccesible, escarpada, imponente. Los seres humanos desde la más remota antigüedad les han atribuido a ésta, potencias, poderes sobrenaturales, sean demoníacos o provengan de un dios. Chevalier y Gheerbrant escriben que la montaña expresa las nociones de estabilidad, inmutabilidad y pureza. Para los japoneses, el Fuji es la montaña sagrada, como para los griegos el monte Olimpo era el lugar donde habitaban los dioses, mientras que en la cultura hebrea, Yavé aparece en el Sinaí, los cristianos primitivos consideran las montañas como símbolo de los centros de iniciación; en las culturas paganas la montaña era el espacio donde se celebraban los ritos de renovación.

La montaña es un elemento constitutivo del mundo, cuando durante la Creación, o etapa del Caos primigenio, las aguas se retiran, emergen, en primer lugar, las montañas. Ese concepto fundamental en las creencias mayas ha perdurado hasta nuestros días, actualizado por el EZLN en sus textos, porque la montaña es capaz de hablar a los indígenas. Esa preparación, a la cual se refiere el texto, se realiza en las montañas, allí los indígenas se refugian para buscarse a sí mismos y encontrar alivio a sus sufrimientos. A través de una narración que está poblada de imágenes poéticas, en las que aluden a la historia de los zapatistas, Marcos señala a la montaña como espacio para buscarse a sí mismos a través de la comunicación con ese sitio sagrado habitado por los antepasados, quienes entregan un conocimiento, precisamente por hallarse en una dimensión sagrada, otra. Esta montaña encarna a los dioses, el Votán y el Ik´al, allí viven, junto a los antepasados “el hombre verdadero, el alto jefe” de los actuales hombres que hoy luchan en Chiapas. Entonces los zapatistas no sólo cuentan con la autorización, por llamarla de alguna manera, de sus dioses, sino que además son avalados, legitimados por aquella persona que para ellos posee más autoridad que la del propio Estado mexicano y es esa montaña la que les habla "de tomar las armas para así tener voz". Esa autorización es transmitida a través de la tradición oral, que para los indígenas continúa viva, posee legitimidad y trascendencia. Ese mensaje, entregado desde lo sagrado y por los dioses, es por tanto, también sagrado y ello hace que éste sea verdadero, elevado, superior, justo, y en consecuencia, sus demandas también lo sean.

Para los mayas, los templos eran montañas sagradas y sus puertas las entradas a las cavernas de lo más profundo de la montaña; En lo más hondo de la cueva crecía el Árbol del Mundo, que señalaba el axis mundi, el centro del cosmos. Este árbol afloraba del mundo maya de los muertos – Xibalba – y unía las tres zonas cósmicas principales. Así, los diversos templos construidos sobre una plataforma sagrada representaban una elevada cordillera. En consecuencia, la geografía y el espacio sagrados lo constituían tres elementos: las montañas, los árboles y las cuevas. Los complejos de templos–pirámides de las ciudades mayas, reproducían en la tierra el paisaje sagrado que los dioses crearon en el principio de los tiempos. Ejemplo de ese paisaje simbólico es la pirámide de Teotihuacán:

“se construyó siguiendo un extenso simbolismo astronómico. La pirámide se erigió sobre un santuario anterior que, a su vez, fue construido sobre una cueva subterránea que durante mucho tiempo había sido centro de prácticas de culto. La cueva propiamente dicha era una cámara de siete puntas que aparece en el Popol Vuh (...) como el sitio del que surgieron los antepasados. (...) La cueva que está bajo la pirámide del sol quedaba iluminada cada año por el sol durante el solsticio de verano[5]

En el documento que Marcos lee señala: “Nos habló la montaña a nosotros, los macehualob, los que somos gente común y ordinaria”, pero, si bien allí mismo también nos entrega la definición de dicho vocablo maya, éste encierra muchos significados más, los macehualob corresponden a quienes poblaron el mundo después del diluvio, es decir, descienden de aquellos seres humanos originales de la Creación. La montaña y todo su poder y trascendencia “habla”, comunica su mensaje a los macehualob y sólo a ellos entrega su conocimiento. En la cultura azteca se habla de los “macehuales”, es decir, “los merecidos”, porque con el sacrificio de Quetzalcóatl fue posible su existencia en la quinta edad.
En otra parte del mismo texto se lee:
“En el tiempo en que cabalgaron los chaacob repartiendo la lluvia bajamos otra vez para hablar con los maestros y preparar la tormenta que señalaría el tiempo de la siembra.”

Este fragmento, una alegoría del tiempo de preparación y formación de la guerrilla zapatista, en la primera parte menciona a los chaacob, que corresponde a la deidad de la lluvia (Chac) que se dividía a su vez en cuatro deidades, una para cada punto cardinal, y cuya acción de repartir lluvia alude al agua y también a la esperanza que conlleva el mensaje. Un mensaje que se transmite a “los maestros”, es decir, a los mejores hombres y mujeres indígenas, como suelen referirse los zapatistas en sus comunicados para “preparar la tormenta” , poner en marcha la rebelión indígena. Recurren para ello, a imágenes que remiten a los procesos agrarios, con locuciones como “chachac mac”, con la que se designa a aquellos sabios que se encargaban de los rituales para conjurar las lluvias.

La lluvia es considerada universalmente como símbolo de las influencias celestes recibidas por la tierra, es agente fecundador, semilla del dios de la tormenta, esperma que fecunda en la hierogamia y parte de los ritos agrarios. De esa montaña que es un poderoso centro de energía, donde confluyen el cielo y la tierra, mana una fuente de aguas dadoras de vida. Esta fuente, en el texto zapatista, es señalada por los pueblos antiguos con “una cruz que es estrella”, la “Chan Santa Cruz”. Esa estrella posee una voz, mientras que la cruz es icono cristiano, aunque su representación también figura dentro de la religiosidad maya, la cual fusionaba los elementos de la naturaleza (ríos, montañas) con cuerpos celeste a los que deificaba, por lo que no puede descartarse que esa cruz “que es estrella” represente una deidad, un ser sagrado de su religión y que se fusionó, en algún momento de la historia, con la simbología cristiana. El vocablo “chan”, en lengua chol significa serpiente y es una variante libre de kan, que posee el mismo significado en maya yucateco, lo que nos permite creer que se han fusionado el concepto del dios Quetzalcoátl, la serpiente emplumada y el icono cristiano.

Marcos posee lo que podría denominarse “virtud mediática”[6], esto es, la capacidad para volver más comprensible un discurso, que de otra manera hubiese resultado mucho más confuso, específicamente aquel que él mismo crea para explicar, proponer o plantear un corpus de ideas, pues para el rol de traductor, junto con comprender debe hacer comprender, por consiguiente Marcos necesita lograr la aprehensión del sentido para posteriormente expresarlo tal como lo haría el autor primero.

El diálogo de Marcos con el otro pasa por escuchar, por tratar de comprender el sentido de aquello que éste propone y plantea, sin imponer sus propios criterios, sin avasallar con discursos autoritarios o mesiánicos, pero, además, quien recepciona, necesita de nuevas propuestas y de nuevos cuerpos de ideas lo suficientemente atractivas como para modificar su forma de concebir el mundo. Cuando Marcos comienza las lecturas de sus comunicados o manifiestos señala: “Por mi voz habla la voz del Ejército Zapatista de Liberación Nacional.” Quién le ha otorgado ese rol comunicacional, evidentemente que ha sido un sector de las comunidades indígenas, las cuales lo nombran su vocero, su traductor, quien hará entendible su mensaje al gobierno mexicano, la sociedad civil y los medios de comunicación. Porque

“En nosotros es él. Todos nosotros somos nosotros y también él. Son sus ojos los nuestros, habla nuestra boca en sus labios, y van en sus pasos los pasos nuestros.”[7]


En sentido metafórico, se trata del Sup “hablando” a los indígenas y campesinos, es decir, hablando acerca de ellos, prestando su voz para expresar lo que éstos desean decir y comunicar a los no indígenas, mientras que su “mirada” (sus ojos enmarcados por el pasamontaña o su visión de la realidad) vuelve la atención de Occidente hacia el sureste mexicano. Pero es más que eso, más que el Sup prestando su voz, son ellos, con sus miles de voces los que hablan, pues al unirse esas voces, con la de Marcos, el resultado es una tercera voz, por llamarla de alguna manera.

La voz de Marcos se constituye en lugar o espacio donde confluye una cultura, una historia y una lengua o lenguas de las cuales busca expresar su capacidad de comunicación abstracta, simbólica, metafórica e imperativa. Pero además él debe recurrir a conocimientos extralingüísticos para así aprehender el sentido de lo expresado, porque la lengua por sí sola no basta para acceder a esta cultura tan antigua.

Resulta fundamental, y así lo han entendido todos los que se embarcaron en el proyecto zapatista, que saber comunicar, hacerse entender por los otros, por los poderosos y por la sociedad civil que ignoraba su realidad y hasta su existencia, era esencial. De esta manera, los indígenas se dan a conocer a sí mismos y dan a conocer una realidad que permanecía oculta para gran parte de la sociedad mexicana. Por esto, el querer decir, el mensaje que se emite resulta primordial si se desea ganar la batalla por los valores y demandas ampliamente señalados por el EZLN en comunicados, proclamas, discursos y ensayos. Esto pasa por el contacto y entendimiento entre cultura indígena y cultura occidental, mediación e intercomunicación efectuada a través de un traductor o agente de comunicación.

A través de las palabras pronunciadas por Marcos ante representantes de diversos países de Asia, África, Europa, Oceanía y América, presenta a los zapatistas, los define a partir de la negación, de un antes, un tiempo durante el cual “no teníamos palabra. / No teníamos rostro. / No teníamos mañana.” Frente a ese presente de opresión, de dolor, de dominación que sufren a manos del “kaz- dzul” del hombre falso que gobierna las tierras de los indígenas, y que debe ser cambiado, es que los zapatistas deciden alzarse en armas. El Kaz-dzul aparece en el Chilam Balam de Chumayel “En mil quinientos cuarenta y uno fue la primera llegada de los dzules, de los extranjeros, por el Oriente.” [8] También en el “Kahlay de la Conquista”: “Ellos [los dzules ] enseñaron el miedo; y vinieron a marchitar las flores. Para que su flor viviese, dañaron y sorbieron la flor de los otros.”[9] Podemos señalar, entonces, que el empleo del vocablo maya kaz-dzul, por parte de Marcos, no es gratuito, pues da a entender que los rasgos de los extranjeros del siglo XV, en tanto invasores, opresores capaces de sorber la flor de los otros, de quitarles la savia, la vida, corresponden a aquellos mismos que hoy, en Chiapas, oprimen a los macehuales.

Luego de un largo proceso de preparación en las montañas (siembra, época de lluvias, cosecha) los zapatistas llegan a convertirse en

“La voz que se arma para hacerse oír. / El rostro que se esconde para mostrarse. /El nombre que se calla para ser nombrado. / (...) El mañana que se cosecha en el ayer.”

Al tomar conciencia de la existencia del otro y su realidad, Marcos- traductor, previamente, toma de conciencia de sí y, de esta manera, logra interactuar con los otros, sean o no indígenas. Traductor que ha sido capaz de percibirse por medio de las palabras y de los valores que ha asimilado de la sociedad que lo rodea, sea esta indígena, o provengan de otras latitudes. Para este largo proceso se necesita re-aprender a interpretar, re-aprender a ver la otra realidad que se nos presenta. La carencia de un interior propio y soberano, a juicio de Todorov, nos obliga, obliga a Marcos a mirar al otro lado de esa puerta, frontera o cristal, y así, mirando hacia fuera se mira a sí mismo, nos miramos y encontramos al otro y a los otros. Al respecto Alain Touraine señala que el individuo se reconoce como sujeto autónomo a través del reconocimiento del otro y ese reconocimiento no significa ni descubrir un sujeto universal ni aceptar su diferencia. Ese reconocer al otro implica ir mucho más allá del diálogo, implica además reconocer que somos capaces de hacer, en situaciones y acerca de diferentes asuntos el mismo tipo de esfuerzo para conjugar “instrumentalidad e identidad”[10]

Lo que Marcos traduce es la otredad, el lenguaje, la mirada y la problemática indígena, eso que “celosamente guarda el salvaje”[11] para hacerlo comprensible a occidente. El indígena es considerado incluso como un extranjero, en el sentido de no pertenecer a la sociedad tal como la conciben los sectores dominantes, quienes sienten como más próximos, en muchos casos, los textos y las cosmovisiones generadas por la cultura occidental y los códigos que ésta produce.

“Marcos como traductor significa ver a alguien que acerca a estos planos y resuelve la tensión al acercar el plano de la ficción y de la realidad que tiene como correlato la gran incomunicabilidad de estos mundos.”[12]

La realidad chiapaneca se aproxima al mundo occidental a través de la ficción efectuada por intermedio de la creación de personajes como Durito de la Lacandona o el viejo Antonio. En la ficción, ambas realidades se aproximan, dialogan y logran acercarse a un mundo nuevo, creado de palabras pero que aspira a lograr concreción material.


[1] Todorov, T. Simbolismo e interpretación. 2da. ed., Caracas, Monteavila editores. 1992. P. 73
[2] Las traducciones de esta locución, así como de las otras voces indígenas que revisaré aquí, fueron tomadas del Diccionario Maya-Español de Calepino de Motul. Vols. 1 y 2. México, UNAM, 1995.
[3] De la Garza, Mercedes. (prólogo, introducción y notas) Chilam Balam de Chumayel México, Secretaría de Educ. Pública. 1988 135p.
[4] Morley, S. La civilización maya. México, Fondo de Cultura Económica, 1953. Pp. 186-187
[5] Lundquist, J.El templo. Lugar de encuentro entre la tierra y el cielo. Madrid, Ediciones del Prado. 1995 P. 12
[6] Breton, Philippe. La utopía de la comunicación. El mito de la aldea global. Bs. As., Ediciones Nueva Visión, 1997. P. 119
[7] “502 años después de que el poder...” 12 octubre 1994. 20/10 el fuego y la palabra. . 10 años de lucha y resistencia http://www.revistarebeldia.org/

[8] Sodi, Demetrio. . La literatura de los mayas. México, Editorial Joaquín Mortiz, 1964. P. 28
[9] De la Garza, M. compil. Literatura Maya. Caracas, Biblioteca Ayacucho, 1980. P. 229
[10] Touraine, A. Igualdad y diversidad. Las nuevas tareas de la democracia. Bs.As., Fondo de Cultura Económica, 1998. P. 70
[11] Esta expresión pertenece al sociólogo mexicano Roger Bartra, quien la utilizó en sus ensayos y particularmente en su obra El salvaje y el espejo. México, Era, 1998.
[12] Karam, T. Op. Cit.

A propósito de las cuevas, las cavernas y otras formaciones geológicas similares... pero en clave simbólica y mitológica.



Para los estudiosos de la religiosidad, la caverna o cueva suele ser considerada en las distintas culturas como un espacio sagrado, restringido, puerta de acceso a lo divino, al inframundo, tabú, donde residen entidades sobrenaturales y, desde la más remota antigüedad, han servido de santuarios (Altamira, Lascaux), pues con su oscuridad, encierran misterio y simbolizan el viaje interior. En psicología, Carl Jung relaciona la caverna con las profundidades del subconsciente, donde radican las fuerzas de la irracionalidad, habita la energía de la naturaleza, y donde muchas veces practica sus ritos el chamán, el mago o el curandero y en los cuales tiene lugar el trance extático. Chevalier y Gheerbrant señalan también que la cueva es el lugar para el nacimiento y la regeneración, también de la iniciación y del renacimiento al que conducen las pruebas del laberinto.

Un mito náhuatl hace alusión a la diosa de la tierra, la cual era una especie de monstruo, lleno de ojos y bocas y que fue partida en dos por otros dioses (tezcatlipocas). De ella habrían nacido las cosas: así, de sus cabellos se originaron los árboles, flores y hierbas, de su piel las hierbas más pequeñas, de sus ojos brotaron las fuentes y cavernas pequeñas, de sus bocas nacieron los ríos y cuevas más grandes, mientras que las montañas y los valles provinieron de su nariz y su espalda. Por lo cual, las cuevas y cavernas corresponderían a una parte del cuerpo de la diosa.

Dentro de la religiosidad prehispánica se consideraba a la caverna o cueva como “prototipo de salvaguarda de la vida a través de los tiempos” [1] pues era receptora de las deidades, entendidas como aquellas potencias capaces de ordenar el mundo. En la religiosidad maya, la vida es ordenada a través del calendario donde el tiempo, las eras míticas (katunes)[2] estaban separadas por catástrofes (inundaciones, sequías, huracanes); en un texto maya se lee
“Cuando se asiente 1 Muluc, Inundación, se hablarán entre sí las montañas sobre la redondez de la tierra” (...) e “2 Ix Jaguar, será el tiempo de la pelea violenta” (...) “4 Kan, Piedra preciosa, será el día en que decline el katún 5 Ahau. Será el tiempo en que se amontonen las calaveras y lloren las Moscas en los caminos...” [3]

Entonces, para los antiguos habitantes de México, la cueva aparece como espacio de salvación y, a pesar del proceso de evangelización que se inició durante el Virreinato, los indígenas no excluyeron de su pensamiento religioso este espacio tan propicio para sus manifestaciones religiosas y lo incorporaron al culto oficial, es decir, a las prácticas de la religión católica. Bonfil Batalla señala también que “cientos de cuevas y manantiales conservan evidencias de ritos ancestrales, algunos de los cuales todavía se practican regularmente.”[4]

La cueva fue lugar de refugio temporal para los indígenas durante el período de la Conquista, pero también en la actualidad supone actividades tácticas, de resistencia y estrategia y con emplazamientos insurgentes en Chiapas”[5].

También han sido santuarios para el amor y la procreación, espacios que, por lo demás, se encontrarían presentes en muchas culturas: podía ser tanto una cueva como una gruta o un bosque.

Ejemplos de esos rituales eróticos aparecen en la mitología náhuatl: una historia narra, que cierta vez que los dioses bajaron a la tierra, sorprendieron al interior de una cueva al joven dios Piltzintecuhtli, junto a Xochiquetzal, deidad caracterizada como brillo del faldellín de estrellas que atrae a los hombres.[6]

La presencia de petroglifos ha sido motivo recurrente en las cavernas sagradas, pues delimitan espacios y es necesario estar preparados antes de internarse en ellos.

También la soledad facilita el acceso a lo inconsciente pues en la oscuridad de esa cueva que podemos interpretar como lo inconsciente se esconde un tesoro, el “tesoro difícil de alcanzar”, el cual abre las posibilidades de una vida y progreso “espirituales” o “simbólicos”

Pero la caverna o cueva, representan lo prohibido, el tabú, aquello que nos está prohibido y a lo cual no se puede tener acceso si no se es un iniciado. Podemos, entonces, establecer una analogía entre la cueva y la entrada a los templos, más si recordamos que los templos eran antiguamente cuevas, donde los misterios son transmitidos a través de rituales “y se supone que su conocimiento ha de guardarse en secreto, es decir, que no debe transmitirse a los no iniciados.”[7]

Pues sí, muchas cosas se nos pueden ocurrir mientras exploramos esos oscuros espacios, ya sean geológicos, o que se encuentren en lo más recóndito de nuestra mente, allí donde es más difícil entrar.


[1] Tesis de Maestría en historia “Las formaciones subterráneas naturales en la Historia de México” Facultad de Filosofía y letras, UNAM, 2000. http://www.montero.org.mx/.
[2] El katún corresponde a un período de 20 años de la era cronológica maya y que era representado gráficamente a través de una rueda de 13 katunes. Morley S. Op. Cit. P. 73.y 325.
[3] Rueda profética de los años de un katún 5 ahau, versión castellana de un texto maya reconstruido a partir del Chilam Balam de Tizimín y del Códice peresiano en Sodi, Demetrio. La literatura de los mayas. Op. cit. P. 32-55.
[4] Bonfil Batalla, M. México Profundo Una civilización negada. México, Secretaría de Educación Pública/Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, 1987. P 33
[5] Tesis de Maestría en historia “Las formaciones subterráneas naturales...”. Op. cit.
[6] León-Portilla, M. Op. cit. P. 418. “faldellín de estrellas” corresponde al vestido de la diosa, la que se relaciona con la noche.
[7] Lundquist. J. Op. Cit. P. 26














Mirando Valparaíso desde el Cerro Cordillera, 2002

Mirando Valparaíso desde el Cerro Cordillera, 2002
Mi casa era el viento ululando por Valparaíso,/las luces de Quintero/los perros vagos deambulando por las calles.

En las alturas titeremundanas

En las alturas titeremundanas

John Márquez tras la cámara y Rodrigo Acosta en la dirección del programa infantil Títere Mundachi.

John Márquez tras la cámara y Rodrigo Acosta en la dirección del programa infantil Títere Mundachi.

En el bosque titeremundano...

En el bosque titeremundano...

Aunque algunos parezcan mutantes... Noo! Es Títere Mundachi

Aunque algunos parezcan mutantes... Noo! Es Títere Mundachi
Grabando en Mérida el programa infantil que dirige Rodrigo Acosta. Un montón de locos creativos con él a la cabeza han dado cuerpo a esta serie televisiva.

En pleno rodaje y con mucho frío.

Un felino porteño

Un felino porteño
Personaje característico de las calles de Valparaíso, visto por Marcela Latoja.

La ciudad que se deshace lentamente.

La ciudad que se deshace lentamente.
Siempre Valparaíso, por Marcela.

Subiendo hacia el Cerro Concepción.

Subiendo hacia el Cerro Concepción.
Los colores de la ciudad. By Alex Aguero.

Siempre presente... Allende.

Siempre presente... Allende.
Bajando por Almirante Montt, hacia Plaza Aníbal Pinto. Otra foto de Alex Aguero.

En pleno Almendral, mi escuela.

En pleno Almendral, mi escuela.
Escuela Ramón Barros Luco, Valparaíso. Es una construcción que data de 1926 y debe su diseño al arquitecto Alfredo Azancot. Conjuga diversos estilos y aunque ha sido modificada en su interior, aún conserva su misterio, como sus fantasmas, por ejemplo. Quienes estudiamos allí tenemos más de una historia al respecto.